El Portaminas de Norman Foster
Portaminas PENTEL P209-G. 0.9 mm
Norman Foster suele explicar su visión del mundo a través de unos cuantos trazos rápidos y certeros.
Croquis, muchas veces abstractos, que son reinterpretados por su equipo y vuelven otra vez a sus manos en un viaje de ida y vuelta creativo.
Alguien aún recuerda el primer apunte del aeropuerto de Pekín que perfiló una madrugada en Hong Kong sobre el reverso de un sobre.
Después vendrían miles de dibujos y horas de trabajo; decenas de arquitectos explorando posibilidades: colores, cubiertas y soluciones distintas.
Pero con aquella idea inicial esbozada en un papel, Foster había dado el primer paso.
En Foster and Partners, el principal instrumento de trabajo aún es el lápiz.
Unos portaminas amarillos de los que ningún arquitecto del estudio se desprende un segundo.
Todos los miércoles por la noche se imparten clases de dibujo en el estudio de Londres, como forma de revitalizar un medio de expresión que se está perdiendo entre los arquitectos.
Los socios coinciden en definir a Foster como un gran dibujante que ha contagiado su amor por el dibujo a mano alzada a todos sus colaboradores “como una forma fundamental de expresar un concepto en pocas líneas”.
Pedro Haberbosch, socio del estudio desde hace 20 años, recita el primer mandamiento de la factoría Foster: “Si un arquitecto no es capaz de representar el concepto de un edificio en un dibujo es que esa idea no es sólida”.
La obsesión de Norman es explicar de forma clara y sencilla los aspectos más complejos de la arquitectura.
Hacer sencillo lo complejo.
Ama esta profesión, y exige que la explicación que sus arquitectos propongan de un concepto, sea perfecta.